Un artículo que leía hace un rato se titulaba "La felicidad si se compra" (ver aquí), cuyo resumen decía "Recientes estudios demuestran que el dinero por sí solo no garantiza la satisfacción plena. La clave para conseguirla es la forma como se gasta". Demos un paso atrás, ¿de dónde ha salido la idea que el la acumulación material es la fuente de la felicidad? Hasta donde mi entender, ese es el discurso económico que buscaba inspirar a las naciones industriales al desarrollo de "su poderío económico"... se prometía que todas las ventajas productivas adquiridas con la revolución industrial, ahora serían afianzadas en pro del crecimiento económico, de la riqueza... de la felicidad. Claro, desde el siglo XVII ya venían con el cuento de la riqueza y el poder comercial. Así que la idea no es muy novedosa, sólo se rellenado y alterado con el paso del tiempo y el desarrollo de las sociedades. Si en los siglos XVII y XVIII (por no decir, desde muuucho antes) se pensaba en términos colectivos, el tiempo y el desarrollo industrial han llevado tal ideal a términos individuales, e inclusive, egoístas. Si antes se tomaban por ideal la felicidad de todos, el bienestar general... ahora pensamos "mi felicidad", "ser feliz yo"
Retomando el artículo, en el primer párrafo se afirma: "(...) en la práctica los estudios demuestran que el nivel de felicidad de los ricos no es mucho más alto que el de los más pobres". Esta sentencia puede entenderse en dos direcciones: a) los "ricos" pueden estar en grados casi similares de insatisfacción que los "pobres"; b) los "pobres" se sienten casi igual de satisfechos que los "ricos". Y ambas se pueden pensar por cuanto las medidas sobre felicidad suelen formularse o bien en términos positivos (satisfacción) o en términos negativos (insatisfacción). Y cabe la aclaración: no pueden interpretarse sus resultados como equivalentes.
Entonces, ¿qué determina que un grupo, o individuo sea se considere "más feliz"? Según el artículo, la respuesta está en cómo se invierten los ingresos, específicamente, en la "adquisición" de experiencias, no en objetos. Con respecto a esto, los estudios sociológicos sobre el consumo señalan al unísono: la sociedad moderna ya no vende simples productos, sino que ofrece experiencias, identidades, ideales, y sueños. Entonces, la diferencia no es tan significativa como se piensa. Bajo el escenario donde "todo" es comercializable", la diferencia entre pagar por un evento y por un objeto se reduce a ser sujeto activo o pasivo y la duración del consumo, pero ambos se entienden como productos en el mercado.
Ahora bien, entremos en el terreno espiritual. El Buddha reconoció la felicidad que podía derivarse de los objetos sensuales (kamasukha o samisasukha), pero animó a todos a la consecución de un nivel "superior": vimuttisukha, la felicidad independiente de los objetos sensuales, ligada a niramisasukha. No obstante, el Buddha habla sobre la felicidad (mundana) que puede derivarse de la riqueza, la libertad de deudas, el trabajo, la seguridad económica y la generosidad (Ver: AN 4.60 Gihisāmīci Sutta, AN 8.54 Vyagghapajja (Dighajanu) Sutta, AN 8. 55 Ujjaya Sutta).
En esta dirección, el punto de partida para entender porque “ricos” y “pobres” pueden tener niveles similares de “felicidad”, es la comprensión de dukkha y su causa: el deseo producto de la ignorancia. Una ignorancia basada en la escaza comprensión sobre el verdadero valor de los objetos materiales y de conceptos estrechos sobre la felicidad. Los estímulos de los sentidos pueden derivar en sensaciones placenteras o no placenteras y, en consecuencia, estimulan el deseo o la aversión. Lo que a la larga refuerza la identidad de un yo.
Por ende, tales experiencias tienden a la subestimación de los medios que conducen a la felicidad, y nos encadenan a los objetos que consumimos-adquirimos, un grave error de percepción que desemboca en apego a los recuerdos de sensaciones placenteras y a idealizar la felicidad y el propósito de la existencia. De ahí la importancia del primer eslabón del Noble Óctuple Sendero: la visión correcta (sama-ditthi). Conforme a ésta, el individuo no se aferra a los objetos de los sentidos, situaciones, identidades, opiniones, y métodos que pueden permitirle la adquisición de éstos, ni al concepto de un yo que disfruta de su posesión y sufre por su incapacidad de adquirirlos.
En este orden, “ricos” y “pobres” reportaran el mismo nivel de felicidad… en un sentido más maduro, no dependiente de las circunstancias y libre de todo vicio. A eso nos motiva el Buddha, nos muestrra el camino y nos reta a practicarlo.