viernes, 29 de marzo de 2013

El Elefante en el Budismo

"Deleitaos en la atención
y guardad bien vuestras mentes.
Salid del camino pantanoso,
como lo haría un elefante hundido en el fango.
"
- Dhp 327

Dentro de la cosmovisión india a algunos animales se les ha concedido un lugar especial dentro del sistema de creencias, entre ellos el elefante. Así pues, existe la leyenda de que fue creado de la mano del dios Brahma lo que explicaría la destreza de su trompa. De otro lado, debe tenerse en cuenta que, en general, la simbología budista proviene de la antigua India por lo que es compartida con sus otros sistemas de creencias a la vez que otros países han adoptado y adaptado parte de la misma  por lo que pueden existir variaciones en las interpretaciones y/o relatos alrededor de un símbolo en particular.

En general, se mencionan como características o cualidades destacadas del elefante su fuerza, nobleza y fortaleza mental, siendo esta última la más popular en la simbología budista.

En el Tipitaka es posible encontrar diversos pasajes que refieren al elefante. El primero, y más común, tiene que ver con el sueño premonitorio de la Princesa Maha Maya (madre de Siddharta): un elefante blanco que, llevando en su trompa una flor de loto blanca, circunvala la princesa tres veces y luego desaparece. 

Según la creencia tibetana, este elefante que además tenía 6 colmillos y entraba en el vientre de la princesa era Buddha Kassapa (el Buddha anterior a Siddharta). Esta última característica física lo relaciona con el símbolo conocido como el Precioso Elefante, que además tiene la fuerza de mil elefantes y puede viajar a través de los cielos.

Otra versión de este mismo relato sugiere que el elefante era Airavata, propiedad del dios hindú Indra (en algunas representaciones tiene 4 colmillos y/o 3 cabezas). De ahí que también se sugiera que Siddharta sería una encarnación de Airavata o una emanación de Indra (quien a su vez es tenido como una encarnación de Vishnú, lo que sugiere que se trata de una versión hinduista-vaishnava). 

Un elefante blanco con 6 colmillos también se encuentra en el Chaddanta Jataka (204). Este relata la historia de un elefante de nombre Chaddanta, renacimiento anterior de Siddharta, que es cazado y asesinado por orden de una de sus dos esposas en un renacimiento posterior como venganza por supuestas displicencias hacia ella mientras estuvieron juntos:
"Habiendo concluido su historia, el Buddha enseñó el Dhamma y una multitud alcanzó el primer estadio y, no mucho después, aquella bhikkhuni llegó a ser una araht. Luego, Buddha identificó el nacimiento: 'En aquel tiempo, esta bhikkhuni era la reina Subhadda, Devadatta era el cruel cazador y yo era el noble Chaddanta'".

 De otro lado, una de las reglas de disciplina monástica establece que:
“Un monje no debe consumir carne de elefante… caballo… serpiente…león… tigre… leopardo… oso… hiena. (…).”
Tal prohibición parece corresponder con la costumbre de la época, aunque la misma no se mantiene vigente en su totalidad dentro del sistema hindú ateniendo a las costumbres seguidas desde la época védica.

7 discursos giran alrededor de la figura del elefante. MN 27 y MN 28 versan sobre el símil de la huella del elefante: en el primero esta es comparada con las 4 marcas de Gotama mientras que en el segundo con las cualidades hábiles. Un segundo par de discursos consecutivos son AN 5.139 y AN 5.140: ambos vinculan las cualidades que hacen a un elefante digno de un rey con las cualidades que hacen a un monje digno de respeto, regalos, hospitalidad y mérito. 

Ud 4.5 y AN 9.40, ambos titulados Naga Sutta, utilizan el símil de un elefante que se separa de su manada para morar sin molestias en el bosque para exaltar los beneficios de separarse de la multitud y de la meditación en solitario. En el primero el Buddha se compara a sí mismo con el elefante, mientras que en el segundo el Buddha aconseja a los monjes entrar en reclusión y meditar sin perturbaciones para así alcanzar jhana. 

Por último, en el Ud 6.4 el Buddha compara la experiencia de los hombres ciegos que intentan describir cómo es un elefante con el comportamiento de otros ascetas al debatir sobre qué es y no es la verdad (este discurso también se encuentra en el canon Jainista y en los relatos Sikh).

Por otra parte, en el Shurangama Sutra aparece el elefante en referencia a dos personajes. El primero es el Bodhisattva Samantabhadra (o Bodhisattva de la Virtud Universal):
“(...) si algún ser descubre la conducta de la Virtud Universal, inmediatamente monto mi elefante de seis colmillos y creo cientos de miles de cuerpos reduplicados que van a esos lugares.”

Según algunos comentarios al Avatamsaka Sutra, los 6 colmillos simbolizan las 6 perfecciones o Paramitas. Además, en algunas regiones se cree que se trata del mismo elefante que visitó a la madre de Siddharta. Una variación en la presentación del Samantabhadra es que su elefante tenga 3 cabezas.

El segundo personaje es Vinayaka quien hace las veces de guardián de Bodhimanda (lit. tierra de iluminación). Vinayaka es considerado un guardián del Dharma dentro de la tradición china y es representado con el cuerpo de un ser humano y la cabeza de un elefante (en ocasiones son dos seres)… como la deidad hindú Ganesha (y sobre él también hay relatos que mencionan que su cabeza era la de Airavata).

La última referencia, no por ello menos interesante, es la representación tibetana de las Nueve Etapas de la Calma Mental (Samadhi) donde un elefante de color gris o negro simbolliza la mente, y que es acompañado por un mono del mismo color. A medida que se avanza en el camino (mayor quietud de la mente), la piel del elefante cambia de color progresivamnete hacia el blanco. Una representación similar perteneciente a la tradición Mahayana se conoce como 'El pastoreo del buey' o 'Los 10 toros'.

Aunque el elefante esté presente en diversos relatos no es acertado afirmar que sea un animal sagrado para el Budismo, a la vez que debe tenerse en cuenta que las culturas locales son las que han enriquecido a lo largo de la historia la variada simbología budista y son éstas las que le confieren tal calificativo.

domingo, 17 de febrero de 2013

Tejer es como meditar


Aunque pueda parecer algo ridículo el título de esta entrada (y no menos la imagen que acompaña) y un poco “corriente” en comparación con otras analogías que circulan entre la meditación y otra actividad, en lo personal ésta me ha resultado interesante.

Habiendo aprendido a tejer a temprana edad, sólo en las últimas semanas he podido notar el efecto o impacto que tiene tejer en mi habilidad para fijar la atención a la vez que las exigencias que ésta me hace en el tiempo que dedico a otras actividades. Especialmente cuando intento hacer 2 cosas al mismo tiempo y mi mente sorpresivamente se niega.

Cuando se comienza a tejer debe contarse cada puntada y estar atento a cada una según las instrucciones del patrón. Despacio y lentamente uno repite “una derecha” “una de revés” y a partir de allí se debe fluir con el patrón. Además, generalmente las vueltas de regreso son indicadas como “tejer como se presenten las puntadas”. Uno simplemente desliza aguja y lana como se lo dice el tejido. Con el tiempo, ya no es necesario revisar cuál es la próxima puntada o qué fue lo que hizo en la anterior, manos, agujas y mente dominan el patrón que se construye.

Y esto mismo sucede con la práctica de la meditación. En zazen existe una práctica para principiantes de nombre sussoku’kan. Esta consiste en contar el ciclo de la respiración, siendo foco de la atención el conteo más que la evaluación de la respiración. Con el tiempo, la mente logra concentrarse en lo necesario para que el practicante abandone el conteo y entre de lleno en la respiración, en zazen. En adelante, la práctica en sí misma guía el camino del practicante a la vez que éste refina su habilidad para concentrarse y aprende nuevos elementos que debe observar en la práctica. La mente, progresivamente, se despejará de todo aquello que aplique para la etiqueta “distracción”… sólo existirá ese momento.

Tal como en la analogía bastante conocida sobre la tensión de las cuerdas de la lira y la concentración… cuando se teje, cada puntada debe seguir el mismo principio: ni muy apretadas que dificulten el paso de la agujas, ni muy sueltas de deformen el patrón.

Finalmente, tal como sucede cuando se medita… ¡uno no puede estar preocupado y tejer al mismo tiempo! … el único resultado probable de ello es tener de desmontar y volver a comenzar.